Este año el día de Santa Teresa
se hace más especial que nunca. Han pasado 500 años y su legado sigue vivo
entre muchos y muchas de nosotras. Yo, como tantos, me siento invitada a releer
su vida para releer nuestra historia, con el
deseo de que su estela permita incorporar algo de su profundidad y de su
arrojo a un mundo roto y lleno de búsquedas. Señalo en este texto algunos
rasgos de esta fascinante mujer, apuntando reflexiones, preguntas y retos que
me sugiere.
De la rueca a la Pluma: Teresa
nos lanza en una tensión dinámica entre las tareas cotidianas y la profundidad.
En la rueca ella encontraba el silencio de lo manual, de lo mecánico. Hilaba e
hilaba y solo en ese vacío y ese silencio podía ir tejiendo para poder ir dando
forma a su vivencia interior. Su pluma es símbolo de salida, de sacar de dentro
lo que se vive, se tiene y se comparte con otros. En muchos momentos ella se
quejaba de esta tarea que le obligaba a reflexionar profundamente sobre lo que
pasaba por dentro y por fuera de su vida. Creo que hoy necesitamos tiempos de
rueca en los que en medio de nuestros viajes, reuniones, decisiones y talleres, aprendemos a centrarnos en una tarea
sintiendo la importancia que tiene, sin pensar en la siguiente. Hacer grande lo
pequeño significa poner toda nuestra persona en el momento presente. La gestalt
habla del aquí y el ahora, para
Teresa era su rueca. Cuando esa rueca es vivida en su intensidad nos abre poco
a poco trocitos de plenitud, pedacitos de transcendencia en medio de lo
cotidiano. La rueca de Teresa puede ser tender la ropa. Uno tras uno, los
calcetines se van juntando, cada prenda, cada pinza, una, después otra. Y en
medio de esa finitud dejarse inundar de una gran complicidad con mujeres de todo el mundo que hacen
diariamente esa tarea. Mujeres guaraníes, mujeres guatemaltecas, ucranianas,
porque no decirlo sí, mujeres…
realizando un invisible y callado trabajo de cuidados en una sociedad que no
valora lo no que se ve, lo que se da por hecho. La rueca de Teresa es esa
presencia de humanidad en lo pequeño que nos invita a pasar a la pluma. La
pluma tiene que ver por tanto, con salir de nosotras mismas y compartirnos
hacia fuera. La pluma nos obliga a poner nombre a lo que vamos viviendo y a ser
conscientes de que no es fácil traducir lo que vivimos interiormente. La pluma
es salida porque nos invita a reconocer que tenemos algo que decir y que es
algo valioso.
Unión profunda: La vida
de Teresa está marcada por su intimidad con el Señor, amigos fuertes de Dios. Esa intimidad desbordaba a Teresa
continuamente, le rebosaba su presencia. Ese río, esa agua que riega el huerto o
esa lluvia fina, hace que se viva continuamente en plenitud. Su vivencia
mística es tan profunda que es motivo de desvelos, de intensidad a veces
incontrolada pero sobre todo y lo más importante es que la experiencia mística
de Teresa le lleva a generar vida a su alrededor. Su unión profunda no es
motivo de aislamiento y de retirada sino que será el motor para cambiar su
vida. El impulso que Teresa siente es tan grande, tan fuerte que puede más que
su flaqueza y su pequeñez. La fuerza del amor que desborda y que moviliza toda
nuestra energía es la experiencia de una mujer que nos invita a vivir una
espiritualidad auténtica que no se conforma con medias tintas. Nos encontramos
en un momento en el que lejos de lo que algunos llamaron muerte de Dios, hay
una búsqueda profunda de sentido y trascendencia. Nuestra sociedad postmoderna
va reconociendo en medio del consumo y de la aceleración, la necesidad de
integrarnos en todo nuestro ser. Teresa nos invita a reconocer el papel de la
espiritualidad en nuestras vidas lanzándonos preguntas ¿y qué más? La unión que
nace del encuentro nos ofrece siempre pistas para caminar y dar el siguiente
paso. Es trabajo ya de cada uno y cada una el ir encontrando los caminos y los
modos de ir respondiendo a la invitación del compromiso por la vida. Es esa
fidelidad a una misma a la que sin duda nos invita la de Ávila.
Mujer inquieta y andariega: Y
por eso, mujer inquieta y andariega. En una sociedad marcadamente patriarcal en
la que el papel de la mujer quedaba sistemáticamente relegado al ámbito de lo
privado, los adjetivos inquieta y
andariega no eran necesariamente un halago. Sin
embargo, hoy cobran gran sentido ya que muchas de nosotras nos podemos
sentir reflejadas en estas palabras. La inquietud de Teresa le llevó a no
quedar indiferente a lo que ocurría a su alrededor. Le llevó a no tener miedo y
a mover todo lo que hacía falta cuando tenía claro el sentido de una causa. Y
si hace falta andariega. De nuevo aparece esa falsa tensión entre actividad y
quietud. Aprendamos a dilucidar en nuestra vida donde está el activismo y dónde
está la actividad que genera vida alrededor nuestra. El tiempo es hoy uno de
los bienes más preciados y tenemos que saber identificar cuáles son los
espacios en los que tenemos que “gastar la vida”. Y es que, sin olvidar que
tenemos marcos que limitan nuestra
capacidad de acción, no tengamos miedo tampoco a cambiar lo que haya que
cambiar. Teresa, según ella misma cuenta no se convirtió hasta casi los 40
años.
Flaqueza y complejidad: La
historia de Teresa no es una historia lineal y simple. Es la historia de una
personalidad rica, compleja, llena de aristas. Una personalidad llena de tensiones
y de “peleas” que hace que en ocasiones sus caminos también sean poco claros.
Son conocidos sus 4 días de paroxismo cuando tenía apenas veinte años. Sus
dolores de cabeza, habiendo ya fundado las descalzas a veces no le dejan coger
su pluma. Su salud es a veces frágil aunque en otras ocasiones su fortaleza
parece fuera de lo común. En un mundo que desecha lo que no es exitoso y
perfecto, la fragilidad y flaqueza de Teresa puede ser también una llamada de
atención para ser capaces de incluir y de dar el espacio a aquello que de
entrada parece incompleto o imperfecto. Solo desde la conciencia de fragilidad
irrumpe la oportunidad de responder a nuestra llamada a ser vida buena para
nosotras, para las otras, para el mundo.
Teresa fue en definitiva una
mujer que supo tener el más difícil de todos los logros, el poder sobre sí
misma. Este camino no lo hizo en solitario, fue un camino de amor desbordado que no pudo
tener otro destino que el comunicarse.
Teresa González Pérez
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